11 propia historia, diré que, acabada mi etapa formativa, experimenté algo así como una reconversión intelectual que quiero señalar para entender mejor mi estilo. Interesado desde mi niñez por el arte, no solo quería aprender a dibujar y pintar, sino que devoraba cualquier revista, catálogo o libro que hablase de pintura. Según crecía iba pasando de la estampa de un recordatorio con una Virgen de Murillo a los dibujos de Toulouse Lautrec, las estilizaciones de Modigliani, los murales de Antonio Pedrero o el cubismo de Picasso. De impacto en impacto asimilaba sus mensajes, más que a través de los comentarios escritos, que apenas entendía, de mi propia sensibilidad. Más adelante, ya en la universidad, fue la abstracción lo que me fascinó enormemente, especialmente la vertiente gestual e informalista de Pollock, Tapies y Saura. Eran los tiempos de mi formación académica que nunca puse en cuestión ni critiqué porque me parecía que no era contradictorio el conocimiento del oficio con las expresiones emocionales materializadas sin forma en manchas, texturas y gestos. Tanto es así que en
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