12 los dos últimos años en la Escuela puse en práctica esas lecciones aprendidas en las salas del Ateneo de Madrid, la galería Juana Mordó y el recién creado Museo de Cuenca. ¿Pero qué pasaba con la imagen o la maravilla de la contemplación de la naturaleza? En la Escuela todavía posaban modelos desnudos en teatrales actitudes decimonónicas que ciertamente inspiraban muy poco. Abundaban en Madrid muchas exposiciones sin interés y los figurativos más avanzados como los de la Escuela de Madrid (alumnos de Benjamín Palencia), ya con cierta veteranía, no me atraían demasiado. Pero resulta que un pintor joven que había sido profesor nuestro estaba cada vez más preocupado por reflejar de una forma radicalmente original su entorno existencial. Me refiero a Antonio López García, que sin duda era ya un referente. Así, con la pérdida del entusiasmo por el informalismo abstracto, una revisión crítica de la figuración tradicional, cierto interés por la instaurada iconografía pop y la maravilla del espectáculo visual solo por el hecho de tener los ojos abiertos, decidí volver a la figuración. El pop art solo me interesó por aquello de recuperar la imagen y tampoco me llamó la atención la Nueva figuración crítica, excesivamente tendenciosa y panfletaria. Así que en 1971 comencé a describir directa y minuciosamente de forma realista mis presencias inmediatas de ámbito doméstico. Algo más tarde supe de la existencia del hiperrealismo americano y progresivamente fui pasando a otros motivos urbanos.
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