PRESENTACIÓN La perspectiva que da el paso del tiempo y la ausencia de mi padre han propiciado que aquello que consideraba el orden natural de las cosas, ser hijo del director de una galería de arte contemporáneo, dejara de serlo. Es cierto que la de galerista no es una vocación excepcional, pero también lo es que escasea. Alguno se preguntará qué llevó a mi padre a serlo. Probablemente todos lleguemos a este mundo con un carácter propio y algún talento oculto. Mi padre era de naturaleza inquieta y su talento fue una gran curiosidad innata, una curiosidad estética, en concreto. Nacer así dotado pudiera parecer una fortuna, pero la experiencia nos enseña que inquietud y curiosidad son atributos que pueden conducir también a la dispersión y al fracaso. Mi padre embridó esas poderosas fuerzas a través del arte, con gran esfuerzo y no menos inteligencia. Pero, ¿en qué consiste ser galerista de arte contemporáneo? Opino que, al ser los artistas seres en perpetua búsqueda, mi padre estaba inmerso en un continuo aprendizaje, dirigido a renovar su mirada, para poder observar siempre con ojos nuevos; una tarea solo tolerable para espíritus insaciables de curiosidad. ¿Y cómo aprende uno a renovar la mirada? Podría estar la respuesta en que lo recuerde siempre en el estudio, leyendo nada más acabar de comer o cenar. Leyendo acerca de arte, de todo tipo de arte, porque, como él mismo apuntaba, “el arte puede tener épocas, pero no pasado, ni presente ni fin”. Y escribiendo, ya que en el acto de escribir se piensa y se fija el pensamiento. Como espectador privilegiado entre bambalinas del mundo de mi padre, me hizo acompañarle en no pocas ocasiones en sus visitas a ruinas, parajes, museos y galerías, comidas con otros galeristas y, cómo no, las mejores de todas nuestras ‘escapadas’, a los estudios de los artistas. Siempre me acompañará el recuerdo de la moderna y valiente casa y estudio de Luis Gordillo; lo inmenso y acogedor del de Monir Islam en un bajocubierta junto a Cibeles, rebosante de papeles
RkJQdWJsaXNoZXIy NTYwMjU1