SANTIAGO MARTÍN VARRON

que la heterogeneidad de los miembros de El Paso es garantía de riqueza y variedad plástica, movida únicamente por su deseo de revitalizar el arte español. Lo que en Suárez era expresividad cromática, apasionamiento físico, velocidad y angustia, pero, al tiempo, reflexión profunda, en Rivera encuentra un complemento (que no una oposición) en forma de luz virgen y sombras que dejan entrever la presencia latente de la naturaleza. En definitiva, ambos ejemplos son recorridos paralelos en búsqueda de la meditación, si bien lo que en uno es furia incontrolada es, en su compañero, reposo. Aquilatando esta senda de descubrimiento de la vanguardia, en 1974 también expone en Varron Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996), uno de los fundadores del Museo de Arte Abstracto de Cuenca y, en calidad de tal, garantía de una de las corrientes artísticas más poderosas del mundo creativo actual. En el momento de la exhibición es Rueda un autor sólido, reputado y plenamente formado, lo que imprime un marchamo casi de muestra antológica al conjunto de los trabajos esculto-pictóricos que allega a Salamanca. La obra de Rueda es ponderada por su expresividad y belleza, pero también por su carácter cerebral y por el grado de compromiso personal que transmite, lo que permite que los espectadores caminen entre el interés, la emoción y la reflexión al contemplarla. Evidencia toda ella la deriva de un autor seguro quien, sin olvidar una trayectoria intelectual y meditativa bien definida, continúa arriesgando en su búsqueda de nuevos hallazgos formales y cromáticos. Meses después, también en 1974, el Grupo de Cuenca queda completado con la llegada a Varron de la obra de Antonio Lorenzo (Madrid, 1922-2009), cofundador, junto a Rueda, del Museo de Arte Abstracto de la citada ciudad. El trabajo de Lorenzo deja en Salamanca un sabor amargo, no por su calidad indiscutible, sino por su carácter negativamente premonitorio, al reflejar un ambiente futurista, anticipatorio de acontecimientos inquietantes que el artista trata de compensar en representaciones líricas, reposadas y agradables aun vigorosas. Parece así que pasado y presente, tradición y vanguardia, confluyen en esta exhibición. No solo dibujos, grabados y óleos tienen cabida en el recorrido expositivo de Varron durante sus primeros años de andadura, pues la escultura abstracta también manifiesta una representatividad acusada. Ejemplo de ella es la exhibición Esculturas múltiples, visible en 1977 y conformada

RkJQdWJsaXNoZXIy NTYwMjU1