De muy diferente signo es la antológica escultórica que en 1984 dedica Varron a Francisco González Macías (Béjar, 1901-Madrid, 1982) con motivo del segundo aniversario de su fallecimiento. El academicismo clásico cultivado a lo largo de su carrera se manifiesta a través de una amplia colección de dibujos y esculturas de procedencia familiar que confirman el arte correcto de González Macías, liberado entre trabajos animalistas, religiosos e infantiles, siendo estos últimos los más valorados del conjunto. Incluso es esta la ocasión para exhibir sus escasamente populares obras abstractas. Dejando al margen este tipo de exposiciones conmemorativas, la vitalidad y empuje de las nuevas corrientes artísticas es la tónica habitual de Varron, como confirma la presencia en 1987 de Jesús Alonso (Bilbao, 1958), quien mantiene lazos afectivos y profesionales con Salamanca al trabajar en ella como profesor. La creatividad de Alonso lo aproxima a la pintura española de los grandes maestros Zurbarán, Goya o Valdés Leal, a quienes homenajea no solo en la elementalidad y ausencia de grandilocuencia de sus figuras, aisladas y de rostro indefinido, sino en la reducida gama cromática de la que se sirve para cimentarlas. Los marrones, negros, grises, ocres, verdes y azules sucios despliegan su parquedad en pinceladas densas y empastadas que, unidas a las mencionadas representaciones, manifiestan cómo el artista se está dedicando a reflexionar sobre su papel como creador, sobre las obras que produce e incluso sobre los medios técnicos de los que se sirve. La trayectoria de Florencio Maíllo (Mogarraz, Salamanca, 1962) también experimenta evolución a través de Varron, en cuyas salas tendrá distintas ocasiones de evidenciar su devenir creativo. Su primera oportunidad individual en la galería acontece en 1990 con un conjunto de obras en las que el peso de la geometría radicaliza y potencia trabajos de trasfondo romántico. En ellos la presencia poderosa del óxido y del hierro aluden a la racionalidad del hombre vuelto hacia la naturaleza. Además, interesa de sus trabajos el empleo que en ellos hace del color, en particular de cierta variedad de blancos, negros y tierras que mezcla con materiales de desecho tales como serrín, cemento o papeles de periódico, para obtener resultados sugerentes y telúricos. Meses después, en 1991, a la juventud de Maíllo se une la solidez y veteranía de Manuel Sánchez Méndez (Salamanca, 1930-2014), quien, pese a atesorar una trayectoria longeva de varias décadas, consigue sorprender a los asistentes a Varron con obras inéditas y cargadas de múltiples posibles interpretaciones. Sus paisajes son, merced al poso de la experiencia acumulada, trabajos refinados, maduros y claros, armoniosos y ordenados, bien estructurados, concebidos a partir
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