ARTE SALMANTINO en [tiempos de] pandemia

ARTE SALMANTINO EN TIEMPOS DE PANDEMIA p á g i n a [ 16 ] Sánchez López, con su Caos, o Andrés Alén, que concibe Hierro, un minucioso collage, “como un horizonte abierto a otra claridad”), ni tendencias, ni referentes (aunque Maite Rodríguez nos diga –Las tres Gracias es un claro ejemplo– que ha aprovechado este tiempo para realizar, como recurso evasivo, fragmentos de obras de uno de sus pintores más admirados, Sandro Botticelli, y el políptico de alucinantes y orondas brujas –libres de tapujos y embozos– de Eusebio Sánchez Blanco, que algo o quizás mucho tiene de esoterismo y de conjuro, sea un guiño a Goya, a Francis Bacon o a Lucian Freud), ni generaciones (si bien es cierto que una tercera parte de los artistas participantes nacieron en la década de los 50, no lo es menos que diez superan los 70 años –teniendo el privilegio de contar con Malocha Pombo, que cumplirá noventa primaveras– y cinco aún no alcanzan los 50, resultando, en este sentido, casi insultantes los veintitrés años de Bogdan Chaikovskyi), ni tan siquiera una temática concreta, tanto que incluso nos han llegado –y no citamos ahora todas las piezas– algunas referencias religiosas a través de Tentenecius, cuadro totalmente reconocible de Jerónimo Prieto que tiene a San Juan de Sahagún y a su toro como protagonistas, del evidente San Sebastián que protagoniza Sin título, obra de Aída Rubio en la que aboga por profundizar en la incorporación de los procedimientos digitales en su trabajo, y de la caótica y laberíntica Torre de Babel en la que Carlos García Medina incluye todo un bestiario surgido de la tradición popular salmantina. Como no podía ser de otra forma, en el apartado de la temática, la consigna para los artistas fue de absoluta libertad a la hora de presentar la obra que cada uno quisiera, a pesar de lo cual se han impuesto –en un caso de manera un tanto ajus-

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