ARTE SALMANTINO en [tiempos de] pandemia

ARTE SALMANTINO EN TIEMPOS DE PANDEMIA p á g i n a [ 84 ] Como escribió John Berger en su libro Modos de ver, “La vista es la que establece nuestro lugar en el mundo circundante; explicamos este mundo con palabras, pero las palabras nunca pueden anular el hecho de que estamos rodeados por él”. Dentro de las ‘infinitas’ posibilidades plásticas (algunas, seguro, inéditas) del laberíntico y cada menos fronterizo mundo del Arte, es común y primario que quien primero siente la soledad dentro de su individualismo e inspiración, sea el propio artista. En aquel momento la soledad era compartida, era común tanto para el artista en la creación del mundo representado, como para el receptor en la interpretación del mundo, también de su representación. La situación parecía convertirse, por momentos, en algo profundamente ilusorio, sin vida: la calle ya no significaba nada como tal; la obra no decía mucho, tan sólo existía con vida propia en la lucha infatigable de la reinante soledad. Era algo irreal, aunque su origen estuviera en la naturaleza de la misma realidad. Cada paseo en soledad para cruzar la alargada ciudad y realizar la necesaria visita de su curación, era tan necesario como el compromiso por dibujar, como la condena de Sísifo. … A pesar de todo, siempre está el blanco: la luz que hace resurgir a la vida. Regreso a tu inmaterialidad inerte para aliviar la ausencia de matices, para recuperar recuerdos que casi he olvidado y no puedo escribir por culpa de mi pensamiento visual. ¿Espero algo de ese vacío en la realidad lejana? En realidad, no espero nada, es un ejercicio inútil. Toda obra artística trata del diálogo entre la presencia y la ausencia, algunas, incluso, se sitúan en la frontera entre las dos, en el umbral de la existencia, de lo recién comenzado, de lo inacabado… José Manuel Sánchez Rodríguez / Béjar, 1971

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